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¿Tienen los deportistas la tensión arterial baja?

En la entrada de esta semana vamos a centrarnos en un parámetro de salud que, entre otros, puede indicar el riesgo de sufrir una enfermedad cardiovascular: la tensión arterial (1). La tensión arterial indica el grado en el que nuestra sangre presiona las arterias tanto cuando sale del corazón (tensión sistólica) como cuando vuelve (tensión diastólica). La Asociación Australiana para el Ejercicio Físico se posiciona al igual que la OMS y establece que una tensión arterial sistólica por encima de 140 mm Hg y una tensión arterial diastólica por encima de 90 mm Hg es peligrosa para la salud y aumenta la posibilidad de riesgo cardiovascular (2).

El principal tratamiento para la hipertensión es el uso de fármacos antihipertensivos ya que parecen ser eficaces (3). Sin embargo, existen otros métodos menos costosos para el sistema de salud como lo es el ejercicio físico. El Colegio Americano de Medicina del Deporte (ACSM) tiene una posición clara frente al ejercicio físico y esta enfermedad:

El ejercicio es un tratamiento fundamental para la prevención primaria, el tratamiento y el control de la tensión arterial alta. Es necesario definir mejor la frecuencia, la intensidad, el tiempo y el tipo de entrenamiento óptimos (FITT) para optimizar las capacidades de reducción de la alta tensión gracia al ejercicio” (4). 

Una vez concienciados del papel tan importante que tiene el ejercicio físico dentro de esta patología, vamos a proceder a analizar cómo es la tensión arterial de las personas que realizan ejercicio físico de forma regular y si estos tienen la tensión arterial más baja que la población general. Cabe destacar que cualquier tipo de alteración al alza o a la baja puede ser perjudicial para la salud.

Dicho esto, y entrando un poco más en la propia fisiología del cuerpo humano y del ejercicio, la hipertensión provoca daños estructurales en las paredes de los conductos sanguíneos, principalmente las arterias, y aumenta la posibilidad de enfermedades cardiovasculares. Cuando estas arterias sufren algún tipo de problema es más sencillo que la grasa saturada proveniente de una mala alimentación se quede “pegada” en las paredes e impida un flujo sanguíneo correcto. Cuando esto sucede y se forma una placa arterioesclerótica, el riesgo de enfermedades cardiovasculares, aumenta. El flujo sanguíneo interrumpido o esta mala circulación aumenta el riesgo de sufrir cardiopatías, encefalopatías, nefropatías y otras enfermedades relacionadas.

low blood pressure

Si analizamos el efecto del ejercicio en esta enfermedad vemos que es capaz de provocar una mejora en la eyección de sangre del corazón y, por tanto, una reducción de la tensión en las arterias. Para ser exactos, el ejercicio físico de corta y larga duración tiene un efecto hipotensivo. Esto es, que tras varios minutos realizando ejercicio físico el corazón es capaz de bombear la sangre con menor tensión y seguir siendo igual de útil. Estudios como el de Chan y col. y Williams y col. muestran que el ejercicio físico es capaz de reducir la tensión arterial entre 8-15 mm Hg (5, 6). Una reciente revisión sistemática y meta-análisis (93 estudios aleatorizados controlados) comparó el efecto de un  tratamiento con ejercicio físico y otro con farmacología (7). El principal resultado de este estudio indica que ambos acercamientos tienen efectividad. Sin embargo, tanto para la propia persona, como para el sistema de salud, es más eficiente provocar una reducción de la tensión arterial gracias al ejercicio, debido a los efectos adyacentes que posee. De hecho, parece ser que el ejercicio puede ayudar a reducir la medicación antihipertensiva.

Sin embargo, pese a que la evidencia científica dice que el ejercicio es un buen tratamiento antihipertensivo, los resultados del meta-análisis mencionado no sitúan al ejercicio en la primera línea del tratamiento. Además, todavía no se tiene seguridad sobre cuál es la dosis de ejercicio óptima para la hipertensión. A continuación, analizaremos distintas intervenciones que se ha realizado con ejercicio físico para conocer cuál tiene mayor eficacia.

En primer lugar, nos gustaría destacar el estudio de Caselli y col. en el que analizaron las respuesta en la tensión arterial ante el ejercicio y si esta podía tener relación con la posibilidad tener hipertensión en el futuro (8). Es decir ¿Tu respuesta al ejercicio de joven predice el riesgo de tener hipertensión en el futuro? Analizaron el seguimiento durante aproximadamente 10 años de un total de 1900 jóvenes con valores normativos de tensión. Los participantes fueron separados en función de la respuesta en la tensión arterial durante una prueba de esfuerzo máxima. Se dividieron en:

  • Grupo con una respuesta normal en la tensión arterial.
  • Grupo con una respuesta elevada en la tensión arterial. 

Tras 10 años volvieron a analizar la tensión arterial y vieron el primer grupo fue más propensos a desarrollar hipertensión. De tal modo, podemos concluir que una respuesta muy elevada de tensión arterial de joven durante una prueba de esfuerzo máxima puede relacionarse con una mayor posibilidad de tener hipertensión de mayor.
En segundo lugar, y conociendo el dato previo, sería interesante realizar un análisis de tensión arterial durante las etapas tempranas de todos los deportistas con el objetivo de poder prevenir el desarrollo de esta patología en el futuro. Además, el estudio de Sanja Mazic y col. ha demostrado que una tensión arterial alta en deportistas de élite se relaciona con una peor capacidad deportiva ya que reduce la eficacia y eficiencia del sistema cardiopulmonar y además, también parece aumentar la posibilidad de desarrollar enfermedades cardiovasculares (9). Por lo tanto, una tensión arterial elevada durante la carrera deportiva no beneficia al deportista y parece predecir un problema futuro. Entonces ¿El ejercicio es capaz de reducir la hipertensión o la tensión arterial alta?

Vamos a analizar el efecto de un programa de ejercicio continuo de carácter cardiovascular y a una intensidad que no suponga un alto grado de disconfort sobre la tensión arterial (10). Pinto y col. estudiaron durante 6 semanas un total de 168 personas con hipertensión, pero sin obesidad, con el objetivo analizar el efecto del ejercicio en la tensión arterial y, para ello, contaron con adultos entre los 50 y los 60 años y con un IMC medio de 27 kg/m2.
El programa de ejercicio que realizaron fue metodológicamente sencillo ya que entrenaban 3 días a la semana, con un entrenamiento basado en ejercicio aeróbico andando y a una intensidad que todos podían soportar. Para calcular la intensidad de caminar, realizaron un test en el que demandaron a los participantes que anduvieran a una velocidad cómoda para ellos una distancia de 20 metros.  Una vez calculada todos anduvieron al 140% de su velocidad de caminar normal. Si quiere calcularlo puede utilizar un VBT.

Aunque metodológicamente sencillo, este protocolo fue muy útil. Si analizamos los resultados vemos que la tensión sistólica se redujo de 143.1 ± 7.9 mm Hg a 135.5 ± 6.4 mm Hg (p < 0.001) y la tensión diastólica de 91.1 ± 5.2 mm Hg a 84.8 ± 8.2 mm Hg (p < 0.001). Podemos, por tanto, afirmar que ambas presiones arteriales se redujeron de forma significativa. Estos resultados van en concordancia con otros en lo que se aprecia el efecto del ejercicio sobre la tensión arterial de forma crónica (11, 12).

De la misma manera, vamos a analizar el efecto de un ejercicio aeróbico intenso y de corta duración con el objetivo de ver qué repercusión tiene en el organismo. En este caso, vamos a centrarnos en el estudio de Syme y col. (13) en el que analizaron la respuesta en la tensión arterial con 3 protocolos de ejercicio; i) ejercicio al 40% del Vo2Max; ii) ejercicio al 60% del Vo2Max; iii) no ejercicio. El grupo que no realizó ningún tipo de ejercicio sirvió como control ya que la tensión arterial parece elevarse a lo largo del día. En general, la práctica de ejercicio físico (cualquiera de sus variantes) parece reducir esta elevación involuntaria y natural. Para ser exactos, aquellas personas con una tensión arterial más alta lograban reducir la tensión sistólica 7.3 ± 2.6 mm Hg después del ejercicio al 40% y 5.0 ± 2.2 mm Hg después del ejercicio de moderada intensidad (p <0.05) cuando se comparaban con el control. Sin embargo, no pareció haber diferencias entre la tensión diastólica tras ambos ejercicios (p > 0.05)

 

 

Finalmente, y a modo de conclusión, parece ser que el ejercicio ayuda a prevenir cualquier tipo de problema relacionado con la tensión arterial. En el caso de los deportistas, hemos podido comprobar como ellos también tienen riesgo de sufrir las consecuencias de una tensión arterial alta y que el deporte de élite no exime de tener problemas arteriales en el futuro.

Por otro lado, realizar ejercicio de forma regular parece ayudar al manejo de esta patología ya que se ha demostrado que el ejercicio físico es eficaz para reducir la tensión arterial tanto cuando se realiza de forma continuada y a baja intensidad como cuando se realiza a alta intensidad y de forma más breve.Concluimos por tanto que deportistas y personas entrenadas son más propensas a tener una tensión arterial más baja y que esto se relaciona con una mejor salud cardiovascular y un mejor rendimiento. 

 

Referencias

  1. Lopez AD, Mathers CD, Ezzati M, Jamison DT, Murray CJ. Global and regional burden of disease and risk factors, 2001: systematic analysis of population health data. The lancet. 2006;367(9524):1747-57.
  2. Sharman JE, Stowasser M. Australian association for exercise and sports science position statement on exercise and hypertension. Journal of science and medicine in sport. 2009;12(2):252-7.
  3. Smith R, Ashiya M. Antihypertensive therapies. Nature Reviews Drug Discovery. 2007;6(8):597-8.
  4. Nelson ME, Rejeski WJ, Blair SN, Duncan PW, Judge JO, King AC, et al. Physical activity and public health in older adults: recommendation from the American College of Sports Medicine and the American Heart Association. Circulation. 2007;116(9):1094.
  5. Chan HH, Burns SF. Oxygen consumption, substrate oxidation, and blood pressure following sprint interval exercise. Applied Physiology, Nutrition, and Metabolism. 2013;38(2):182-7.
  6. Williams JT, Pricher MP, Halliwill JR. Is postexercise hypotension related to excess postexercise oxygen consumption through changes in leg blood flow? Journal of Applied Physiology. 2005;98(4):1463-8.
  7. Lavie CJ, Stewart M, Ozemek C. Benefits of exercise training on blood pressure and beyond in cardiovascular diseases. Sage Publications Sage UK: London, England; 2020.
  8. Caselli S, Serdoz A, Mango F, Lemme E, Vaquer Seguì A, Milan A, et al. High blood pressure response to exercise predicts future development of hypertension in young athletes. European heart journal. 2019;40(1):62-8.
  9. Mazic S, Lazic JS, Dekleva M, Antic M, Soldatovic I, Djelic M, et al. The impact of elevated blood pressure on exercise capacity in elite athletes. International journal of cardiology. 2015;180:171-7.
  10. Pinto A, Di Raimondo D, Tuttolomondo A, Fernandez P, Arna V, Licata G. Twenty-four hour ambulatory blood pressure monitoring to evaluate effects on blood pressure of physical activity in hypertensive patients. Clinical Journal of Sport Medicine. 2006;16(3):238-43.
  11. Dimeo F, Pagonas N, Seibert F, Arndt R, Zidek W, Westhoff TH. Aerobic exercise reduces blood pressure in resistant hypertension. Hypertension. 2012;60(3):653-8.
  12. Whelton SP, Chin A, Xin X, He J. Effect of aerobic exercise on blood pressure: a meta-analysis of randomized, controlled trials. Annals of internal medicine. 2002;136(7):493-503.
  13. Syme AN, Blanchard BE, Guidry MA, Taylor AW, VanHeest JL, Hasson S, et al. Peak systolic blood pressure on a graded maximal exercise test and the blood pressure response to an acute bout of submaximal exercise. The American journal of cardiology. 2006;98(7):938-43.
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