Inactividad Física y Covid-19: Riesgos Ignorados – Parte 2

Índice

Ahora que has tenido tiempo para asimilar la introducción de Inactividad Física y Covid-19 (¿creías que habíamos acabado?) podemos profundizar y volver a lo que te trajo aquí en primer lugar!

 

Inactividad Física y Masa Muscular

La preservación de la masa muscular requiere un suministro constante de estímulos mecánicos que estimulan directa o indirectamente la síntesis de proteínas80. Cuando dejamos de entrenar, estos estímulos esenciales requeridos para el anabolismo muscular se eliminan y el equilibrio entre la síntesis y la degradación de proteínas se rompe hacia la degradación. En pocos días, se pueden encontrar signos objetivos de atrofia muscular. De hecho, pérdidas significativas del cuádriceps se han reportado después de tan solo 2 días de inmovilización de la pierna (1.7%) 81 o 5 días de reposo en cama (2%) 82, lo cual esta asociado a una pérdida aún mayor de fuerza muscular (8–9%) 82–84. Durante los siguientes días y semanas, la atrofia muscular es capaz de progresar a un ritmo inexorable, 6% aprox. después de 10 días 78, 10% después de 29 días 85, 13% después de 60 días 82, alcanzando el 18% después de 90 días 86. Esta tasa de atrofia muscular crece exponencialmente, prediciendo una pérdida de masa muscular de ∼10% en 30 días y de ∼15% en 60 días.

Figura 8 Complicaciones de la pérdida de masa corporal magra (músculo)87.

 

Una encuesta reciente realizada sobre el impacto del sedentarismo en 6733 personas de 18 a 98 años mostró una asociación clara entre la actividad física, la masa magra (músculo) y la grasa corporal 88. Esencialmente, el estudio demostró que la actividad física es exitosa para mantener la masa libre de grasa, evitar el exceso de grasa corporal y bajar la tasa de obesidad. Además, al comparar la masa y la función muscular de las personas sedentarias de 20 a 80 años con las de sus equivalentes de una población de atletas, queda claro que mantener un alto nivel de actividad física preserva la masa muscular y la función durante toda la vida89.

Este beneficio se traduce en una ganancia de aproximadamente 20 a 25 años en términos de edad biológica cuando se compara la masa muscular y el rendimiento de atletas de 3 edad vs sedentarios 89,90. Del mismo modo, las personas entrenadas durante el transcurso de su vida muestran un 30% más de fuerza muscular en comparación con las personas sedentarias de la misma edad 91. Sorprendentemente, los beneficios de llevar un estilo de vida activo protegen no sólo contra la pérdida de masa muscular y fuerza, sino que también parecen proteger contra la denervación muscular progresiva que acompaña al proceso de envejecimiento y se ve exacerbada por la inactividad 92.

Figura 9 Resonancia magnética nuclear mostrando diferencias en el tejido adiposo subcutáneo entre un hombre de 74 años sedentario vs un triatleta de 70 años93

La pérdida muscular asociada con el envejecimiento, el desuso y ciertas condiciones patológicas, puede conducir a una salud adversa y deterioros en la calidad de vida. La pérdida de masa muscular, fuerza y ​​función muscular tiene consecuencias adversas no solo locales sino también sistémicas que conllevan a una discapacidad física, funcional y congitiva87.

 

Inactividad Física y Control Metabólico

La situación actual reducirá la actividad física a niveles muy por debajo de la recomendación diaria de 7500–10,000 pasos por día exacerbando los problemas de salud derivados de la inactividad física 55,94. Es importante destacar que los efectos negativos para la salud pueden verse relativamente rápido (3–14 días) cuando se acentúa la disminución de la actividad, como sucederá en todo el mundo en la pandemia actual95.

Adicionalmente, parecería ser que 2 semanas de actividad física reducida (de> 3500 a <1500 pasos / día) en personas mayores sanas (> 65 años y normalmente la proporción más inactiva de la población) generan un aumento pequeño pero medible en la resistencia a la insulina y una reducción en la tasa postprandial de síntesis de proteínas musculares96.

Actividades sedentarias como el trabajo de oficina, ver televisión y sentarse están asociadas no solo con el aumento de la mortalidad previamente mencionado, sino también con un aumento de la morbilidad (síndrome metabólico, enfermedad cardiovascular) 97–99. La asociación se resume en una revisión reciente que concluyó: «Los niveles más altos de actividad física total, a cualquier intensidad, y el menor tiempo de permanencia sedentaria se asocian con un riesgo sustancialmente reducido de mortalidad prematura, con evidencia de un patrón no lineal de dosis-respuesta en adultos de mediana edad y mayores 100”.

Los mecanismos por los cuales la inactividad genera una disminución en la sensibilidad a la insulina sistémica y una intolerancia a la glucosa están íntimamente relacionados a modificaciones dentro del músculo esquelético 101–104.

Figura 10 Ser habitualmente activo promueve la activación de vías metabólicas relacionadas a la absorción de glucosa en el músculo esquelético; Por lo tanto, se preserva la sensibilidad a la insulina y se desvía menos glucosa a depósitos metabólicamente desfavorables 105.

La evidencia sugiere que 7-10 días de reposo en cama en individuos sanos conduce a un 10–34% de disminución de la sensibilidad a la insulina en todo el cuerpo 102,106. Sin embargo, la disminución de la sensibilidad a la insulina medida mediante el equilibrio arteriovenoso en el antebrazo 102 o la pierna 107 muestra resultados mucho mayores (47. –75%). Esta diferencia se debe a que el antebrazo y la pierna muestran en mayo detalle el metabolismo del músculo esquelético, enfatizando el papel fundamental del mismo en la resistencia a la insulina inducida por la inactividad, que parece ser atribuible a la reducción de la contracción muscular per se108.

La disminución de la sensibilidad a la insulina con la inactividad física no está directamente relacionada con los cambios en la composición corporal (pérdida de masa muscular, aumento del porcentaje de grasa corporal) ya que la misma se desarrolla rápidamente (en unos pocos días) y mucho antes de que se establezca una atrofia muscular y/o aumento de la grasa corporal (o deposición de grasa ectópica) 109. Paralelamente, y posiblemente relacionado con la resistencia a la insulina inducida por la inactividad, está la elevada carga inflamatoria que puede ocurrir con el reposo prolongado 108.

En tiempos de restricciones debido a la pandemia de COVID19, es importante darse cuenta de lo imprescindible que es una cantidad moderada de ejercicio diario de intensidad suficiente 110. Cualquier adición a este régimen mínimo conducirá a mejoras en todos los marcadores de salud.

 

Inactividad Física e Impacto Cardiorrespiratorio

El VO2max es la máxima capacidad de tomar oxigeno del ambiente en los pulmones, trasportarlo en la sangre y utilizarlo por el organismo, principalmente en los músculos y, por lo tanto, el mismo se considera una variable que evalúa el rendimiento máximo del sistema cardiorrespiratorio y los músculos esqueléticos en el transporte y en la utilización de O2111. Además de ser uno de los principales determinantes de la tolerancia al ejercicio, el VO2max se considera un índice de «aptitud cardiorrespiratoria». Tanto en sujetos sanos como en pacientes con enfermedades cardiovasculares «la capacidad de ejercicio es uno de los predictores más fuertes de mortalidad incluso mas que otros factores de riesgo establecidos para enfermedades cardiovasculares»112. Según los mismos autores, por cada 1 MET incrementado, la mortalidad por aptitud cardiorrespiratoria disminuye en un 12% 112.

Saltin y cols., uno de los padres de la fisiología del ejercicio, en el año 1968, mostró que los individuos pierden en promedio el 28% del consumo máximo de oxígeno (VO2max) y el 11% del volumen cardíaco luego de un período de 20 días en cama113.

 

 

En sintonía con estos datos, un estudio reciente “anticipó” de manera muy similar el contexto al que cientos de millones de personas, en todo el mundo, ahora están expuestas como consecuencia del confinamiento en el hogar. En ese estudio, un grupo de hombres jóvenes y sanos redujo de forma aguda la cantidad de pasos por día, desde una línea de base de ∼10,000 a ∼1350, y mantuvo este nivel de actividad durante 2 semanas114.  ¿El Efecto?, devastador, luego de las 2 semanas, los sujetos presentaron una disminución de ~ 7% en el VO2max114. Curiosamente, la tasa de disminución del VO2max reportada, fue notablemente similar a la tasa promedio de disminución del VO2max observada en los estudios de reposo en cama 115. Esta tasa de disminución parece ser lineal ante la duración de la inactividad.

Si asumimos que la tasa de disminución del VO2max es lineal también después de una inactividad forzada no asociada con el reposo en cama (como el confinamiento por el COVID-19), durante un período de 2 meses, el VO2max disminuiría aproximadamente un 30%!!!, un numero poco real y especulativo pero suficiente como para intentar evitar que el peor escenario posible se transforme en realidad.

En cuanto a los sujetos de tercera edad, la disminución porcentual en el VO2máx durante un reposo en cama de 2 semanas fue dos veces mayor (−15%) frente a la observada en jóvenes116. Aún mas, durante un período de vuelta a la actividad de 2 semanas post reposo en cama, los sujetos jóvenes parecerían recuperar el valor basal de VO2 máx, mientras que los ancianos la recuperación es menor o incluso e incompleta 116 complicando aún mas el panorama para dicha población.

Por lo tanto, en un sujeto hipotético sedentario de 70 años con un VO2max de ∼25 ml/kg/min-1, una inactividad forzada de 4 semanas probablemente se traduciría en una disminución de ∼15% en el VO2max, correspondiente a una disminución de ∼3.75 ml/kg/min-1, lo que equivale a ∼1 MET: Lo que, a su vez, se traduciría en un aumento de ∼12% en la mortalidad.

 

Figura 11 El ejercicio físico mejora la salud de las personas mayores al actuar sobre los diferentes sistemas y órganos117.

 

Por último, parecería existir una relación dosis-respuesta directa entre el «volumen» del ejercicio (duración x intensidad) y la aptitud cardiorrespiratoria. Aproximadamente el 50% de los efectos protectores de la actividad física se explican por una reducción de los factores de riesgo cardiovascular tradicionales, como la presión arterial alta y los lípidos en la sangre55. Otros efectos protectores presumiblemente se relacionan con una disminución de la inflamación de bajo grado del tejido adiposo visceral y con una disminución de la resistencia a la insulina55.

 

Conclusiones

La evidencia sobre la importancia del ejercicio físico para preservar la salud y la calidad de vida es incontrovertible como también es ineludible el impacto perjudicial de la pandemia de COVID-19 sobre el sedentarismo e inactividad 117,118. Es importante tener en cuenta que también podemos estar en riesgo de un ciclo vicioso donde los patrones de inactividad actuales y potencialmente acelerados pueden magnificar el impacto de la actual y futuras pandemias. No es sorprendente que las personas infectadas con COVID-19 tienen muchas más chances de ser hospitalizados y tener peor pronóstico si padecen afecciones médicas subyacentes, tales como enfermedades crónicas, que afectan la respuesta inmune. Además, la evidencia muestra un riesgo significativamente mayor de enfermedades crónicas en personas físicamente6,8,117,118.

Ergo, la relación entre la inactividad física y los riesgos de complicaciones de salud y tasas de mortalidad asociadas con COVID-19 no se puede seguir ignorando. Si la prevalencia de afecciones crónicas provocadas por estilos de vida poco saludables fuera menor, ¿se reducirían los efectos catastróficos de la pandemia de COVID-19?.

Figura 12 La inactividad física y el comportamiento sedentario pueden ser perjudiciales para la salud, el perfil de riesgo cardiovascular, la capacidad física y la función y la salud mental, lo que resulta en una mala calidad de vida, mientras que mantener niveles de actividad física más óptimos puede ayudar a mejorar estos efectos perjudiciales119.

Por todo esto, durante la cuarentena, mantenerse físicamente activo es esencial para la salud mental y física. Afortunadamente, una amplia gama de ejercicios, como ejercicios aeróbicos o entrenamiento de fuerza con o sin equipamiento, aprovechando nuevas tecnologías que permiten ser guiado por profesionales idóneos mediante video o aplicación, se pueden realizar en el hogar y deben fomentarse. En esta línea, los gobiernos nacionales, federales y regionales de todo el mundo deberían contemplar el rol de los centros de entrenamiento, gimnasios y clubes en no solo la prevención de problemas de salud incluidos COVID-19 sino también en el potencial efecto paliativo que puede tener una población activa en el colapso de los sistemas de salud. Estos también deberían permitir la realización de actividades físicas al aire libre (por ejemplo, caminar, correr u otros deportes individuales), y así evitar que la pandemia COVID-19 genere consecuencias desfavorables mas allá del virus 120.

 

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Leandro Carbone
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